EUROBASKET | ESPAÑA 82 - GRECIA 64
La gloria llama a la puerta
España solventó un partido incómodo con jerarquía, calidad y esfuerzo defensivo. Primero estiró el marcador y luego gestionó ese colchón con energía y lectura de partido ante una Grecia que se agarró al partido y no se rindió hasta el último cuarto. La selección de Scariolo, agrupada otra vez en torno a Gasol, tuvo un gran comportamiento colectivo, con solidaridad y entrega en defensa e inteligencia en ataque. En clara progresión desde la derrota ante Turquía, España ya está a un paso del oro. Toca vengar la amarga derrota de 2007.
España 82
Grecia 64
España (26+23+15+18): Rubio (5), Navarro (8), Rudy (14), Garbajosa (2) y Pau Gasol (18) -equipo inicial-, Cabezas (8), Reyes (3), Mumbrú (9), Marc Gasol (6), Llull (9) y Claver (0).
Grecia (21+19+11+13): Bourousis (11), Zisis (6), Spanoulis (7), Fotsis (8) y Perperoglou (2) -equipo inicial-, Schortsanitis (5), Printezis (7), Kalampokis (0), Calathes (10), Glyniadakis (4), Kaimakoglou (0) y Koufos (4).
Árbitros: Guerrino Cerebuch (ITA), Ilija Belosevic (SRB) y Robert Lottermoser (ALE). El griego Georgios Printezis fue eliminado por cinco personales.
Incidencias: Partido de semifinal del campeonato de Europa de baloncesto, disputado en el pabellón Spodek de Katowice (Polonia) ante 8.000 espectadores. El secretario de Estado para el deporte, Jaime Lissavetzky, presenció el partido.
Fue una cuestión de jerarquía, sí, pero también de actitud. La letra con sangre entra y España hizo un cursillo acelerado antes de llegar a los partidos decisivos del Eurobasket. Eso y que el tono físico ha ido también en progresión geométrica en cuanto pasó la racha de molestias y trastornos, y tenemos a una España que sale a jugar con el mono de faena y que pone en la cancha lo mismo que su rival y un poco más. Y como la calidad extraordinaria se le supone, igual que se quitó de delante a Francia apartó de su camino a Grecia, como en 2007, como en el Mundial de Japón, como en Pekín...
Pero sobre todo como en 2007. España juega ya a ritmo de tambores de guerra y avista la hora de la venganza para dejar por fin atrás la afrenta de 2007 ante Rusia. Hay que cambiar todo para que nada cambie, y lo que entonces fue un campeonato jugado de más a menos y terminado con la reserva de gasolina en alerta roja, es ahora todo lo contrario. Viento de cola empuja a la selección hacia el oro. Ha vuelto la actitud, la solidaridad, la humildad, la concentración y la fe. España no dudó nunca a pesar de que navegó casi siempre en un partido perro, que Grecia llevó a la interrupción y el sudor para remar y remar hasta morir, desangrada, avistando la orilla al fondo, un espejismo demasiado lejano.
Golpe de autoridad de salida
Un España - Grecia es, convengamos, un clásico reciente del baloncesto europeo, uno que tiende a sonreír al equipo español. Pero la sombra helena asoma siempre imponente y competitiva. Incluso ahora sin la referencia espiritual de Yannakis y lastrada por las ausencias: Papaloukas, Diamantidis y Vassilopoulos. Es decir, asunto más que serio. Bajo el mando de Kazlauskas y en medio de una transición generacional que promete frutos interesantes a medio plazo, Grecia -hasta hoy- era un equipo más alegre, más anotador, con más ritmo y un sistema basado en la fuerza interior y una referencia que es casi un axis mundi: la clase ilimitada de Spanoulis. Nada le valió ante España, siempre inferior, arañando lo que podía, viviendo de sobras recalentadas y de un esfuerzo titánico en el rebote ofensivo (24 en total para ganar la lucha bajo los aros por 47-29).
Pero España puso un mundo de diferencia en la cancha a pesar de que el marcador no fue tranquilizador hasta el último cuarto, cuando el estirón definitivo con un parcial de 9-0 disparó las ventajas por encima de los 20 puntos (73-51). Antes de eso, España había manejado ventajas casi siempre entre los diez o quince puntos, cómodas pero no decisivas ante un rival que dio durante casi tres cuartos un curso de supervivencia. Paró el partido, intentó llevarlo a su terreno y malvivió de forma meritoria. Un ejemplo diáfano es el 49-40 al descanso, muy apretado si se atendía a las sensaciones que emanaban de la pista. Con jerarquía, España dio siempre primero, en cada cuarto, a la mínima ocasión. Abrió el partido con un 7-2, enlazó un 8-0 para abrir el segundo parcial, salió del descanso para dejar con media estocada a Grecia (58-42) y puso la puntilla en el citado arranque del último cuarto, que fue un canto a una segunda unidad que ha crecido de forma exponencial como lo ha hecho todo lo que rodea a la selección.
Individualidades y colectivo
El partido fue otra exhibición de España, una lección de superioridad moral, física y técnica. La defensa fue excelente, esforzada y eléctrica. Con la única laguna de los ajustes en el rebote defensivo, por donde respiró a duras penas Grecia, el trabajo fue extenuante y brillante, especialmente en la línea exterior: otra vez rapidez de piernas y brazos, anticipación a las líneas de pase, robos de balón (12) para poder correr en cuanto había excusa. En la zona Gasol intimidó y recibió una ayuda muy valiosa de Marc y sobre todo Felipe (7 rebotes), rey del trabajo sucio en este equipo. En cuanto Grecia dejó de anotar con Bouroussis /5 puntos en el primer cuarto, 11 en total) se vio abocada a los tiros libres y un errático lanzamiento exterior. Dos días después de anular a Parker, España se aplicó con igual contundencia con Spanoulis (7 puntos en apenas 8 tiros), siempre molesto y asfixiado con la variante de Cabezas, que tuvo muchos minutos como relevo de Ricky y perro de presa de la estrella helena.
En ataque España jugó con sentido común y con la recuperada confianza por las nubes. Buenas opciones y resolución brillante. Gasol, con cara de MVP, capitalizó los primeros minutos y tuvo mucho tiempo de descanso gratis en la segunda parte (18 puntos y 6 rebotes en 21 sólo 21 minutos). Navarro (8) y Rudy (14 puntos) volvieron a estar eléctricos en las alas pero, por encima de todo, fue el día del colectivo. Anotaron todos, aportaron todos, funcionaron todos a la perfección, engranajes de diamantes de una maquinaría que, ahora sí, huele a oro. El último cuarto lo corroboró con minutos para Claver, mates en contraataque de Llull y triples de Mumbrú. Ahora todo funciona y cuesta acordarse de los carruseles de pérdidas, la sangría de tiros mal seleccionados, los pases a ninguna parte, el bote interminable, la incomodidad de Gasol, la falta de ritmo y de rapidez en la transición, las rotaciones desquiciantes... parece la prehistoria tras la deslumbrante aplicación del equipo ante Francia y Grecia. Pero fue en este mismo campeonato, prácticamente ayer, y conviene recordarlo cuando todavía queda el último paso, que es como decir que queda todo el trabajo por hacer.
España ganó, jugará la final y buscará el oro europeo que perpetuará el ciclo virtuoso de una generación de jugadores que necesita añadir este éxito a su currículum. El partido ante Grecia tenía aroma a final anticipada y era un hueso de verdad duro, aunque con el duelo en la retina cueste hacerse cargo. Pero sería un error perder tensión, sentirse campeón. En la final espera peligro balcánico dispuesto a hacer daño si se le presenta la ocasión. Esa puerta es la que tendrá que cerrar esta España que parece perfectamente preparada para hacerlo y para borrar así de un plumazo la sombra de aquel maldito último minuto ante Rusia...
La gloria llama a la puerta
España solventó un partido incómodo con jerarquía, calidad y esfuerzo defensivo. Primero estiró el marcador y luego gestionó ese colchón con energía y lectura de partido ante una Grecia que se agarró al partido y no se rindió hasta el último cuarto. La selección de Scariolo, agrupada otra vez en torno a Gasol, tuvo un gran comportamiento colectivo, con solidaridad y entrega en defensa e inteligencia en ataque. En clara progresión desde la derrota ante Turquía, España ya está a un paso del oro. Toca vengar la amarga derrota de 2007.
España 82
Grecia 64
España (26+23+15+18): Rubio (5), Navarro (8), Rudy (14), Garbajosa (2) y Pau Gasol (18) -equipo inicial-, Cabezas (8), Reyes (3), Mumbrú (9), Marc Gasol (6), Llull (9) y Claver (0).
Grecia (21+19+11+13): Bourousis (11), Zisis (6), Spanoulis (7), Fotsis (8) y Perperoglou (2) -equipo inicial-, Schortsanitis (5), Printezis (7), Kalampokis (0), Calathes (10), Glyniadakis (4), Kaimakoglou (0) y Koufos (4).
Árbitros: Guerrino Cerebuch (ITA), Ilija Belosevic (SRB) y Robert Lottermoser (ALE). El griego Georgios Printezis fue eliminado por cinco personales.
Incidencias: Partido de semifinal del campeonato de Europa de baloncesto, disputado en el pabellón Spodek de Katowice (Polonia) ante 8.000 espectadores. El secretario de Estado para el deporte, Jaime Lissavetzky, presenció el partido.
Fue una cuestión de jerarquía, sí, pero también de actitud. La letra con sangre entra y España hizo un cursillo acelerado antes de llegar a los partidos decisivos del Eurobasket. Eso y que el tono físico ha ido también en progresión geométrica en cuanto pasó la racha de molestias y trastornos, y tenemos a una España que sale a jugar con el mono de faena y que pone en la cancha lo mismo que su rival y un poco más. Y como la calidad extraordinaria se le supone, igual que se quitó de delante a Francia apartó de su camino a Grecia, como en 2007, como en el Mundial de Japón, como en Pekín...
Pero sobre todo como en 2007. España juega ya a ritmo de tambores de guerra y avista la hora de la venganza para dejar por fin atrás la afrenta de 2007 ante Rusia. Hay que cambiar todo para que nada cambie, y lo que entonces fue un campeonato jugado de más a menos y terminado con la reserva de gasolina en alerta roja, es ahora todo lo contrario. Viento de cola empuja a la selección hacia el oro. Ha vuelto la actitud, la solidaridad, la humildad, la concentración y la fe. España no dudó nunca a pesar de que navegó casi siempre en un partido perro, que Grecia llevó a la interrupción y el sudor para remar y remar hasta morir, desangrada, avistando la orilla al fondo, un espejismo demasiado lejano.
Golpe de autoridad de salida
Un España - Grecia es, convengamos, un clásico reciente del baloncesto europeo, uno que tiende a sonreír al equipo español. Pero la sombra helena asoma siempre imponente y competitiva. Incluso ahora sin la referencia espiritual de Yannakis y lastrada por las ausencias: Papaloukas, Diamantidis y Vassilopoulos. Es decir, asunto más que serio. Bajo el mando de Kazlauskas y en medio de una transición generacional que promete frutos interesantes a medio plazo, Grecia -hasta hoy- era un equipo más alegre, más anotador, con más ritmo y un sistema basado en la fuerza interior y una referencia que es casi un axis mundi: la clase ilimitada de Spanoulis. Nada le valió ante España, siempre inferior, arañando lo que podía, viviendo de sobras recalentadas y de un esfuerzo titánico en el rebote ofensivo (24 en total para ganar la lucha bajo los aros por 47-29).
Pero España puso un mundo de diferencia en la cancha a pesar de que el marcador no fue tranquilizador hasta el último cuarto, cuando el estirón definitivo con un parcial de 9-0 disparó las ventajas por encima de los 20 puntos (73-51). Antes de eso, España había manejado ventajas casi siempre entre los diez o quince puntos, cómodas pero no decisivas ante un rival que dio durante casi tres cuartos un curso de supervivencia. Paró el partido, intentó llevarlo a su terreno y malvivió de forma meritoria. Un ejemplo diáfano es el 49-40 al descanso, muy apretado si se atendía a las sensaciones que emanaban de la pista. Con jerarquía, España dio siempre primero, en cada cuarto, a la mínima ocasión. Abrió el partido con un 7-2, enlazó un 8-0 para abrir el segundo parcial, salió del descanso para dejar con media estocada a Grecia (58-42) y puso la puntilla en el citado arranque del último cuarto, que fue un canto a una segunda unidad que ha crecido de forma exponencial como lo ha hecho todo lo que rodea a la selección.
Individualidades y colectivo
El partido fue otra exhibición de España, una lección de superioridad moral, física y técnica. La defensa fue excelente, esforzada y eléctrica. Con la única laguna de los ajustes en el rebote defensivo, por donde respiró a duras penas Grecia, el trabajo fue extenuante y brillante, especialmente en la línea exterior: otra vez rapidez de piernas y brazos, anticipación a las líneas de pase, robos de balón (12) para poder correr en cuanto había excusa. En la zona Gasol intimidó y recibió una ayuda muy valiosa de Marc y sobre todo Felipe (7 rebotes), rey del trabajo sucio en este equipo. En cuanto Grecia dejó de anotar con Bouroussis /5 puntos en el primer cuarto, 11 en total) se vio abocada a los tiros libres y un errático lanzamiento exterior. Dos días después de anular a Parker, España se aplicó con igual contundencia con Spanoulis (7 puntos en apenas 8 tiros), siempre molesto y asfixiado con la variante de Cabezas, que tuvo muchos minutos como relevo de Ricky y perro de presa de la estrella helena.
En ataque España jugó con sentido común y con la recuperada confianza por las nubes. Buenas opciones y resolución brillante. Gasol, con cara de MVP, capitalizó los primeros minutos y tuvo mucho tiempo de descanso gratis en la segunda parte (18 puntos y 6 rebotes en 21 sólo 21 minutos). Navarro (8) y Rudy (14 puntos) volvieron a estar eléctricos en las alas pero, por encima de todo, fue el día del colectivo. Anotaron todos, aportaron todos, funcionaron todos a la perfección, engranajes de diamantes de una maquinaría que, ahora sí, huele a oro. El último cuarto lo corroboró con minutos para Claver, mates en contraataque de Llull y triples de Mumbrú. Ahora todo funciona y cuesta acordarse de los carruseles de pérdidas, la sangría de tiros mal seleccionados, los pases a ninguna parte, el bote interminable, la incomodidad de Gasol, la falta de ritmo y de rapidez en la transición, las rotaciones desquiciantes... parece la prehistoria tras la deslumbrante aplicación del equipo ante Francia y Grecia. Pero fue en este mismo campeonato, prácticamente ayer, y conviene recordarlo cuando todavía queda el último paso, que es como decir que queda todo el trabajo por hacer.
España ganó, jugará la final y buscará el oro europeo que perpetuará el ciclo virtuoso de una generación de jugadores que necesita añadir este éxito a su currículum. El partido ante Grecia tenía aroma a final anticipada y era un hueso de verdad duro, aunque con el duelo en la retina cueste hacerse cargo. Pero sería un error perder tensión, sentirse campeón. En la final espera peligro balcánico dispuesto a hacer daño si se le presenta la ocasión. Esa puerta es la que tendrá que cerrar esta España que parece perfectamente preparada para hacerlo y para borrar así de un plumazo la sombra de aquel maldito último minuto ante Rusia...
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